Le va a salir barba




¿Provocó la Primera Guerra Mundial la aparición de una nueva mujer, de la Eva moderna?



Generalmente, se considera que la Primera Guerra Mundial actuó de catalizador en la emancipación de la mujer: los cuatro años de guerra hicieron en favor de las mujeres mucho más que los siglos anteriores.

Así al menos pensaban algunas mujeres contemporáneas: la guerra había hecho tabla rasa del pasado, sacando a las mujeres de su prisión y haciéndolas asumir la responsabilidad de su propio destino.




"Incluso hoy, cuando vemos a las muchachas trotar, ir y venir, organizar sus vidas
sociales, acostarse donde y con quien quieren, elegir su trabajo, sus actividades
y sus compañeros, nosotras nos decimos que a veces deberían hacernos un
pequeño saludo de reconocimiento al pasar."



Y no solo las mujeres; también los hombres fueron conscientes de la trascendencia de los cambios producidos en la relación entre hombres y mujeres durante estos años.



"Vivimos en un planeta distinto, ellas y nosotros (...) París ya no es el mismo.
¡Esta ciudad ha cambiado en seis meses más que en cien años! Las mujeres
conducen los taxis, los camiones, las ambulancias. Dirigen los negocios de sus
maridos... Roland, los hombres han perdido la guerra. ¡Tanto los alemanes
como los franceses! ¿Comprendes?"




La realidad, sin embargo, fue más compleja.

Al sustituir a los hombres en todo tipo de oficios, las mujeres habían demostrado unas cualidades que hasta entonces se les había negado. Por eso, terminada la guerra, confiaban en que la nación, agradecida, les reconocería sus derechos políticos, civiles y económicos.

De hecho, varias voces masculinas se habían pronunciado en este sentido:




"Los hombres recordarán: por espíritu de justicia entregarán a la mujer, llegada la paz, 
la parte de que se ha hecho merecedora en la guerra por su espíritu de sacrificio."



Pero no solo se trataba de una cuestión de justicia, sino también de necesidad. Dada la enorme sangría sufrida, las naciones que habían participado en la guerra no podían permitirse el lujo de desperdiciar una sola energía sin emplear.
Desaparecida una buena parte de la mano de obra masculina, tanto Francia como Alemania necesitaban los brazos y los cerebros de las mujeres, que debían participar de manera activa en la tarea de la reconstrucción nacional.
















"Mañana, la francesa que, pudiendo, no trabaje y no coopere en la obra de reconstrucción
y de salvación, desertará de su deber y, dada la naturaleza de esta nueva lucha,
su deserción será más grave que la del soldado en el campo de batalla."


Ahora bien, mientras las mujeres consideraban el trabajo como un derecho y un medio para lograr su independencia económica, para la inmensa mayoría de los hombres fue tan solo una medida de carácter temporal, impuesta por las circunstancias, por lo que, terminada la guerra, todo debía volver a la normalidad, a la situación de preguerra.
De hecho, se firmaron acuerdos por los que se garantizaba que, al finalizar la guerra, las mujeres regresarían a sus casas, dejando de nuevo el trabajo a los hombres.







"Está la chica que pica tu billete de tren,
y la que sube el ascensor de piso en piso, 
la chica que bajo la lluvia reparte la leche por las casas
y la que llama a tu puerta para recibir los encargos.
Fuertes, sensatas, preparadas,
salen para mostrarnos su valor,
y trabajan con energía y buen hacer.
Ya no están enjauladas ni encerradas,
y van a seguir infatigables
hasta que los muchachos vestidos de caqui vuelvan de nuevo a casa."







Por otra parte, el afán de los sindicatos de devolver a la mujer a la cocina, evitando así el riesgo de perder el trabajo, se revistió de planteamientos altruistas. Esgrimiendo de nuevo los argumentos en contra del trabajo de la mujer durante la Revolución Industrial, llamaban la atención sobre el "holocausto" al que se enviaba a las mujeres, a causa de las durísimas condiciones en que realizaban su trabajo y la explotación de que eran objeto por parte de la patronal, que se aprovechaba de su natural docilidad para pagarles salarios de hambre.





"El lugar de la mujer está en su casa; madre de familia y educadora, está además encargada del gobierno interior de la casa. Ella es la que, con el presupuesto familiar, debe procurar a todos el máximo de bienestar material y moral."



Atacada desde diversos frentes, las mujeres sufrieron una brutal desmovilización, impuesta bajo amenazas y presiones, aunque no faltaron quienes quisieron presentarla de otra manera.




"Habían conservado sus puestos de trabajo por patriotismo o por necesidad. 
Y los devolvieron con alegría."
"La mayor parte de las desgraciadas, que se habían visto condenadas a trabajos
superiores a sus fuerzas, han salido de estos talleres extenuadas,
agotadas, asqueadas de esta existencia de forzados.,"



Ahora que los soldados habían regresado a casa, las mujeres debían olvidarse de sus aventuras laborales fuera del hogar y ofrecer a manos llenas el cariño y la ternura que tanto necesitaban los hombres.
Su única preocupación debía consistir en serenar, a base de dulzura, a unos maridos destrozados por tantos horrores y sacrificios.








Para muchos franceses, la guerra había sido posible a causa de la enorme diferencia entre una Alemania rebosante desde el punto de vista demográfico y una Francia casi despoblada.  De haber tenido Francia un potencial demográfico semejante al alemán, no habría sido atacada.



"Si hubieran tenido varios hijos en lugar de uno solo, su hogar no estaría
ahora desierto, ya que la guerra no habría estallado."



Era, por tanto, necesario no volver a caer en unos errores que se habían manifestado nefastos.  La obligación de las madres era, pues, fabricar los batallones que habían faltado en 1914.
La mujer debía volver al hogar y cumplir con su obligación de madre, ahora más necesario que nunca. Si importante había sido en la guerra fabricar obuses, ahora había que tener niños.



"La mujer deberá ser madre ante todo, antes de ser mujer y, con más razón,
antes de ser hombre y desempeñar oficios de hombre."



Se trataba de un deber nacional al que debían subordinarse intereses y derechos individuales.





"Los derechos de la mujer aumentan. pero ¿cuál es
 su gran deber? Criar, criar y criar. 
Si la mujer se niega a la maternidad, 
no es merecedora de sus derechos."








Si antes de 1914 la maternidad era el destino que la Naturaleza había fijado a las mujeres, en 1919 es la Nación la que lo exige. ¿De qué había servido entonces la guerra?





Durante la guerra el aspecto exterior de las mujeres sufrió cambios importantes que reflejaban las transformaciones que se estaban produciendo en su personalidad.
El pelo corto fue, sobre todo, el símbolo de su fuerza e independencia. Rebelándose contra el viejo proverbio de "cabellos largos, ideas cortas", las mujeres trataron de acabar con esta inferioridad cortándose el pelo "a lo garçon".





Pero no fue esta la única novedad: las faldas y los vestidos se acortaron, se abandonó el corsé, se utilizaron amplios trajes que ocultaban pechos y caderas...



Todos estos cambios fueron muy mal asumidos por la mayoría de la población francesa. ¿Qué decir, por ejemplo, del nuevo atuendo de la mujer?



"Viste alguna vez a nuestros bomberos trabajando? Emplean una especie de tubo largo de
tela fuerte, destinado a conducir hasta el suelo de la calle, por resbalón interior y sin
demasiado peligro, a los inquilinos de un cuarto piso incendiado... Pues bien, divide
ese tubo o manga en trozos de una altura conveniente para que, envolviendo a una mujer,
los pies salgan por debajo y el cuello por arriba: ya tienes el esquema del traje moderno."



Pero, además de irracional, el atuendo de la nueva mujer era profundamente inmoral, convirtiendo parques y paseos en ferias de sexo.








"No comprendo que haya maridos que permitan 
a sus mujeres estos trajes de mujer 
de mala vida... ¡Dos cintas para retener veinte
 centímetros de tela por delante
! ¡Y por detrás, desnudas hasta los riñones!"














Las mujeres se mostraban insolentes en el trato y depravadas en su comportamiento. Orgullosas, creían saberlo y conocerlo todo, por lo que no reconocían autoridad alguna y se negaban a obedecer.



Despreciando toda disciplina, soñaban con una libertad absoluta que les permitiera disfrutar de todos los placeres que la vida les ofrecía a manos llenas.





En resumen, los cambios de mentalidad que se estaban produciendo entre las mujeres provocaron reacciones de disgusto en un amplio sector de la población, incluidos los soldados que luchaban en el frente.
Existían unas reglas sobre el funcionamiento de la familia que eran eternas, y que estaban por encima de modas o trastornos pasajeros.






















Cada sexo tenía una función y un lugar claramente asignados. Las mujeres que se atrevían a contravenir las normas establecidas por la naturaleza o la propia Divinidad fueron acusadas de asumir un papel que no les correspondía.
De continuar por este camino, por el de la suplantación económica y laboral, las mujeres dejarían de ser hombres para acabar convirtiéndose en hombres.



"-Yo no digo que no trabajes...; hasta me parece bien... Pero, Señor, trabaja en algo
más recomendable..., más propio de una señorita, como eres tú... Muchas cosen en su
casa. Nadie se entera (...) O cualquier cosa... En los periódicos he visto anunciada una
máquina de coser calcetines. Se compra, se produce en casa y se vende a las tiendas...
Pero lo otro, ¡por Dios!, lo otro es para hombres, son ocupaciones de hombre...
-De hombre, ¿por qué? -se revolvía ella-. ¿Qué incompatibilidad existe entre las ocupaciones
aritméticas y el ser mujer? Si hago sumas, ¿me saldrá la barba?"

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