Colchones de intendencia








Uno de los principales problemas que tuvieron que soportar los soldados fue su separación, durante más de cuatro años, de las mujeres.

¿Quién podía imaginarse, al comienzo de la guerra, cuando entre risas y bromas los hombres se burlaban de los llantos demasiado fáciles de sus mujeres, que la vuelta a casa se demoraría más de mil quinientos días?



"Comparto habitación con un alférez austríaco (...) He podido observar ya varias veces que, de noche, cuando cree que yo duermo el sueño de los justos, llora desesperadamente. No podría contarte lo que sufro en esos momentos. Creo que, de noche, yo también me incorporo sobre mi camastro y hago lo mismo que él. solo que no me doy cuenta."



De este modo, la abstinencia sexual se convirtió en un martirio más que se añadía a los que diariamente debían soportar en las trincheras, en una frustración imposible de soportar, en una auténtica obsesión. El hambre de mujeres les devoraba tanto o más que los piojos.






No es, pues, de extrañar que los soldados buscaran saciar su hambre de mujeres sin importarles las condiciones. Bellas o feas, jóvenes o viejas, todas valían, con tal de que tuvieran algo que ofrecer debajo de la ropa. Lo mismo daba una sucia estación de ferrocarril que un hotel de paso, sobre sábanas manchadas por otros soldados, o en el pajar de un pueblo en ruinas.



"Sus faldas, sobre todo, nos excitaban, abundantes,
hinchadas hasta la altura de los riñones como sacos
de grano, y mirábamos ávidamente sus labios, abiertos
bajo una sonrisa en la que faltaban algunos dientes."



Además de las prostitutas profesionales, también van a ofrecerse a los soldados mujeres desesperadas,sin recursos, hundidas en la miseria.



"¡Señor oficial, venga, mi hermana vive aquí!"





"Con que al pasar yo por la oficina central del batallón, tropiezo con una
 chiquita francesa, un poco delgada, pero vaya, que tenía lo suyo, ojos
 grandes y vivarachos. "Voulez-vous coucher", le digo,
 y ella va y me dice: "Oui, oui". Me lleva a casa de su madre
 y me mete en un cobertizo."Combien", le pregunto al entrar. 
"Bully bif", contesta ella. Hay que ver...
¡Miá que por una lata de conserva!"


Sin embargo, los riesgos de estas relaciones libres eran excesivamente altos. La sífilis, consecuencia de la prostitución incontrolada, provocaba más estragos que las ametralladoras enemigas.

Por otra parte, ¿quién podía asegurar que las prostitutas no trabajaban para los enemigos, sonsacando información de los incautos, tratando de minar su moral a través de noticias pesimistas, o incluso haciéndolos enfermar deliberadamente?




"Se dice que en 1870 los franceses habían dejado a nuestros soldados
sus mujeres enfermas. ¿No intentarán hacerlo de nuevo? Este parece
ser el caso, cuando se ve lo que ocurre en las calles de Lille."



Este es el origen de los burdeles militares, destinados a satisfacer la sexualidad de los soldados con el máximo de seguridad 
y el mínimo riesgo de contagio. 



"Los soldados contaminados son tan numerosos que al final se creyó necesario
 tener que tomar medidas (...) Los casos de sífilis, que eran ya de mil quinientos 
en mayo y junio, han pasado a mil setecientos sesenta y ocho en los dos meses 
siguientes. De ahí la invitación a los alcaldes de tomar la iniciativa y abrir 
casas de tolerancia, en las que al menos las prostitutas estarían 
bajo la vigilancia de los médicos."





"Casa reservada para los soldados alemanes."      "Casa reservada para los soldados austríacos"



"Nos pasaron a un cuartito, donde tuvimos que entregar las contraseñas y
bajarnos los pantalones. Un cabo de Sanidad nos reconocía, para ver
si estábamos sanos y nos inyectaba unas gotas de protargol con una jeringuilla."




"Después había que ponerse en la cola de la escalera. La cola
iba avanzando lentamente. Arriba se oía un batir de puertas.
De cada vez salía uno, y se oía una voz: "¡A ver, el siguiente!"



"La mujer era gorda y tenía puesta una camisa corta y transparente.
No me miró siquiera, sino que, apenas entrar yo, se tumbó en el catre."



"En ciertos lugares cada prostituta se acostaba con un batallón
a la semana, con lo que resistían por lo general unas tres semanas."



Era imposible que las mujeres que trabajaban en los burdeles pudiesen aguantar semejante ritmo de trabajo, por lo que
continuamente se renovaban quienes se habían convertido en miserables "colchones de la Intendencia militar".

3 comentarios:

  1. Estoy asombrada por esta historia

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegro de que le haya gustado. La información contenida en este blog no es sino un breve resumen, y con carácter fundamentalmente divulgativo, de una obra que estoy terminando acerca de las experiencias vividas por las mujeres durante la primera guerra mundial, apoyándome en extractos de novelas. Si sigue interesada, no dude en ponerse en contacto conmigo a través del correo electrónico y le enviaré más información sobre el aspecto que solicite. (jdiezespinosa@hotmail.com)

      Eliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar