Las noticias del frente


     El alejamiento de los suyos y el desconocimiento de cuántos días duraría esta separación se convirtieron en uno de los principales tormentos que los soldados debían soportar en las trincheras. La añoranza de la familia se hacía particularmente intensa en los momentos de descanso del soldado.



"En mis ensoñaciones más profundas
siempre te veo a ti.
Eres lo único que existe para mí,
hoy lo mismo que ayer."




     Los soldados, por otra parte, eran conscientes de la influencia determinante que las noticias del frente tenían en la moral de la retaguardia: "Me dices que mis cartas provocan la lluvia o el buen tiempo, según sean alegres o tristes."  




Por estas razones surgió entre el frente y la retaguardia una correspondencia muy frecuente, a veces diaria, que ejerció una beneficiosa influencia recíproca.







"Si supieras cuánto pienso en ti
papaíto, tan lejos de mí."



     

     Por eso, el cartero se convirtió en uno de los personajes más importantes de la retaguardia, pues de él dependían alegrías y desgracias.






     Cuando las noticias se retrasaban, las mujeres eran presa de un temor angustioso, que crecía y crecía,inmune a cualquier razonamiento: "Una especie de espanto de repente me invade por completo al no haber tenido carta desde hace tanto tiempo (...) Tengo miedo, miedo... En el fondo de mí hay una persona razonable que trata de tranquilizarme. Pero no escucho nada. Me vuelvo loca y los ruidos más pequeños me sobresaltan. Daría cualquier cosa por unas pocas líneas, por una palabra que hiciera cesar esta angustia."


     La falta de noticias no impedía, sino todo lo contrario, que las mujeres siguieran escribiendo, pidiendo, suplicando alguna noticia: "Por piedad, por piedad, contesta... Tres líneas, si quieres, pero tres líneas para decirme que vives."



     Por fin se ha roto el silencio. Unas pocas líneas han bastado para devolver la confianza. La angustia desaparece y la alegría rebosa en el corazón de las mujeres: "No sé si brilla el sol sobre la tierra o si el resplandor que yo llevo en mí ilumina todo lo que me rodea (...) Me parece que la tierra desborda de alegría."



"Querida hermana. Dos palabras para darte mis noticias. me encuentro bien y pienso que tú también. Tu hermano que no te olvida y que te besa."




     Paradójicamente, la crueldad de la guerra hizo que lo que en época de paz habría sido una desgracia se convierta ahora en un motivo de felicidad: nos referimos a la llamada por los soldados "buena herida", no tan grave como para ocasionar secuelas irreparables, pero sí lo suficiente para  exigir su evacuación y necesitar un período más o menos largo de curación lejos del frente.








     Pero muy a menudo los temores y las angustias se ven confirmados por la noticia de la desaparición, cuando no de la muerte "en el campo del honor". Delegados del Ayuntamiento, sacerdotes y compañeros del frente eran los encargados de entregar el fatídico telegrama oficial.





     Durante estos cuatro años, el papel de "mensajeros de la muerte" seguramente debió de ser uno de los más duros. Este es el testimonio del alcalde de una pequeña localidad francesa:



"Cada vez que salgo de la ciudad, veo rostros ansiosos. Los padres de los movilizados miran de lejos por si me dirijo a su lado. Tengo que rodear lo más posible para que mis salidas no sean consideradas como el anuncio de una mala noticia. Nunca se me ve pasar sin experimentar una cierta inquietud."

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